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Platería

Guaje. Odilón Marmolejo, México, D.F., Plata martillada, Col AAMAP, A.C // Fotografía: Nicola Lorusso/MAP

Pedro Leites Vilner

La platería es un oficio milenario. Se han encontrado piezas argénteas con una antigüedad de siete mil años.

El oficio de platero ha perdurado en el mundo de una generación a otra, de un siglo a otro, y a pesar de los años, cuando menos en México las técnicas siguen siendo las mismas. En la actualidad, los talleres que hay en nuestro país son iguales a los que habrían existido en el medioevo o antes, salvo por dos cosas: la energía eléctrica que hoy mueve los motores de equipos como tornos que entonces eran de pedales, y la luz artificial que permite al maestro trabajar aunque el día esté nublado o sea de noche. Más allá de estas dos innovaciones, los instrumentos y las técnicas no han cambiado.

En México, el esplendor de la plata se inicia en tiempos de la Colonia. Antes, aunque abundaba en la región, se utilizaba menos, pues las culturas de Mesoamérica daban más importancia a la piedra, a las esculturas y a las obras arquitectónicas monumentales, a diferencia de algunos pueblos de Sudamérica.

Nuestro país es el primer productor de plata en el mundo. Cabe destacar que, en el segundo tercio del siglo veinte, un hombre a quien llamamos el padre de la plata, William Spratling, hizo una aportación muy significativa al fundar el centro platero más importante del país: Taxco, hoy en día el número uno en exportación de piezas de este material. La grandeza de Taxco se debe a sus artesanos, y aunque la mayoría de sus minas se han agotado, la actividad y creatividad de sus plateros crece con cada generación. En la Ciudad de México también existe gran producción de objetos de plata, pero no es tan importante.

El maestro platero encuentra su mayor satisfacción en el instante único en que realiza el trabajo con sus manos.

LA PLATERÍA ES UN OFICIO MILENARIO. SE HAN ENCONTRADO PIEZAS ARGÉNTEAS CON UNA ANTIGÜEDAD DE SIETE MIL AÑOS

Como este noble metal permite que se le dé forma con calma, con gentileza, y el artesano disfruta el privilegio de crear cada objeto; éste es el don que recibe de su oficio. Pone parte de su vida en ello al entregarse con todos sus sentidos mientras el mineral se rinde a la forma precisa, obsequiándole sus cualidades: amabilidad, luminosidad y belleza. El platero se recrea en su labor, en el detalle preciso, la medida exacta, la visión que nace de sus manos; por esto los plateros suelen ser gente satisfecha, personas que gozan de salud mental y de serenidad.

La platería, como todos los oficios, tiene un lenguaje propio. El artesano conoce sus caprichos, sus gustos, su misterio. Sabe que su material es perdurable. Un objeto de plata debe durar por muchas generaciones si se le cuida y, sobre todo, si está bien diseñado y manufacturado.

La plata se caracteriza por ser el metal más blanco y de mayor maleabilidad. Se transforma en manos del artesano para cumplir una función específica. Candelabros, jarras, platones, collares, abrecartas o botones para un traje de charro son elaborados, uno por uno, con gran esmero, habilidad y destreza en sus medidas precisas. Aun cuando se repita un diseño, cada pieza es única porque es individual.

Este trabajo es influenciado por las tendencias de la moda. Muchas personas tienen piezas que guardan por un tiempo y después las vuelven a sacar, por ser un metal muy bien visto, que permite que una persona se adorne sin provocar la codicia, como sucede con otros metales y piedras preciosas.

La gran bondad del gremio platero es su creatividad. La mayoría de los artesanos se ocupan de que las piezas que producen respondan a necesidades específicas, lo que los convierte en diseñadores espontáneos. Si alguien solicita un collar muy grande, el maestro artesano lo diseña para que sea funcional y bello, y es libre, pues no está limitado por la influencia de los grandes diseñadores académicos.

En los museos de todo el mundo se exhiben gran cantidad de objetos de plata que muestran cómo se vivía hace cientos de años. Así diversos utensilios cotidianos describen las costumbres de nuestros antepasados; por ejemplo, objetos religiosos dan testimonio de creencias y rituales, y las joyas muestran cómo se adornaban las personas. La creatividad y el concepto de belleza han quedado plasmados por los plateros de todos los tiempos, dejando una inmensa estela de vestigios. Sin pretenderlo, se convierten en historiadores. Además, en cada objeto se puede apreciar el deleite de la persona que le dio existencia con sus manos.

En la actualidad, la globalización ejerce una gran influencia, hacia la producción industrial de objetos en serie. Sin embargo, no hay comparación entre la calidad de uno de esos productos y la de una pieza hecha a mano, en la que el artesano ha dejado parte de él, de su vivencia. Cada pieza es un objeto con vida, y nuestro país cuenta con grandes artesanos que realizan un trabajo asombroso al respecto.

Muchas regiones de México se dedican al trabajo de la plata y, de un sitio a otro los diseños y estilos cambian, mostrando con ello la diversidad cultural del territorio; por ejemplo, Oaxaca, donde se trabaja la filigrana, o Puebla, donde se elaboran espuelas de acero con incrustaciones de plata. Cada sitio domina una especialidad, que conservan en sus tradiciones. En Taxco, artesanos como la familia Castillo, de gran tradición, combinan la plata con otros materiales para producir piezas de belleza extraordinaria.

Para ser un buen platero se requiere tener pasión por el oficio, voluntad y la posibilidad de hacerlo, así como un cierto talento natural. La edad ideal para iniciar el aprendizaje es a los dieciséis años, pues la fuerza psicomotriz, indispensable para el oficio, se puede potenciar a esa edad. Si se deja pasar más tiempo, ésta decae y es muy difícil aumentarla. El artesano conserva esta fuerza bien desarrollada porque sabe que tiene que trabajar días, e incluso semanas, en una sola pieza que puede medir treinta centímetros. Tener una vista perfecta es fundamental, ya que en el universo de un joyero, por ejemplo, la distancia entre un milímetro y otro es gigantesca.

Aunque existen algunas escuelas, la mayor parte del gremio aprende el oficio a través de la transmisión directa del maestro al alumno, en el taller, con frecuencia de padres a hijos. El maestro toma un aprendiz y le va transmitiendo sus conocimientos en el trabajo cotidiano.

El platero no ostenta títulos universitarios, no requiere de ese tipo de escolaridad, la escuela de la vida suele convertirlo en maestro.

En México, el esplendor de la plata se inicia en tiempos de la Colonia; Antes, aunque abundaba en la región, se utilizaba menos.