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Conoce a: Graciela Rodríguez

Graciela Rodríguez y su esposo, Roberto Gutiérrez, son originarios de Cuautepec, Barrio Alto, en la Ciudad de México. Son artistas dedicados a la cartonería, una pasión que ha transformado sus vidas de múltiples maneras. 

Graciela, tiene cinco hermanos: tres mujeres y dos hombres. Siempre inquieta, solo cursó estudios hasta la secundaria, pero igualmente desde temprana edad tomó muchos cursos de corte y confección y estaba determinada en abrir un taller de costura.

La muerte de su padre fue un evento crucial que cambió sus vidas. Las tres hermanas  se vieron en la necesidad de tomar una terapia ocupacional por recomendación médica, es de esta manera que se acercan al Faro Joya de Nieves, donde en ese momento se presentaba una exposición que incluía talleres de danza, grabado, música y, entre otros. Allí quedaron fascinadas por las máscaras de cartón y decidieron tomar talleres de este material. Al inicio decidieron hacer máscaras venecianas, sin embargo, posteriormente fueron explorando otro tipo de piezas y estilos. La cartonería les sirvió como terapia, ocupando sus pensamientos con formas, colores y detalles y les ayudó a salir de la depresión. 

Con el tiempo las Hermanas Rodríguez fueron invitadas a dar clases en talleres en el Faro Indios Verdes y, posteriormente, en otros recintos similares a donde ellas comenzaron. Fue en uno de estos espacios donde el Museo de Arte Popular, en una de sus visitas, conoció el trabajo de Graciela y le compró algunas piezas que posteriormente fueron exhibidas en el Museo. Enseguida las invitaron a dar taller en todas las alcaldías de la Ciudad de México, es así como se forma el colectivo HR Arte en Cartón, Hermanas Rodríguez. Posteriormente las invitan a dar talleres de cartonería en el MAP y las invita a tomar el taller de alebrijes iluminados, donde realizan su primer alebrije iluminado llamado Driluz. 

Desde sus inicios, su casa se fue convirtiendo gradualmente en su taller, comenzando en el comedor y extendiéndose a otros espacios. Las Hermanas Rodríguez comenzaron a ser reconocidas y fueron invitadas a participar en diferentes exposiciones monumentales, como en 2015 en una obra a cargo del maestro Felipe Ehrenberg en el Zócalo Capitalino con 100 cráneos para crear un tzompantli, donde toda la familia trabajó en conjunto y en 2017 volvieron al Zócalo donde participaron con el diseño, elaboración y montaje de tres ofrendas monumentales con piezas iluminadas como una catrina de 3 metros, esqueletos de 3.50 metros,  así como cráneos monumentales.

Con la ayuda de Roberto fueron ideando nuevos alebrijes iluminados, siendo Driluz el primero en ser creado y que llegó a ser presentado en diferentes eventos, teniendo oportunidad de llevarlo a Londres y Francia y también gran parte de nuestro país, donde Graciela era la que lo manejaba y hablaba con él para que le ayudara a ser más ligero y manejable durante los largos desfiles.

Más adelante integraron más alebrijes iluminados y fueron invitados a participar en una obra de teatro, donde uno de los personajes principales usa un traje iluminado completo, que fue todo un reto para ellos de lograr. Les llevó dos años encontrar la solución correcta para integrar luces LED sin fallas y a la par, buscaron nuevos materiales y técnicas para aligerar sus creaciones sin soldar. 

Roberto se sumergió más en la cartonería, inicialmente sugiriendo cambios en las obras de Graciela, hasta que decidió crear sus propias piezas en sus tiempos libres. La compra de sus máscaras por un coleccionista importante fue un gran impulso para él y comenzó a hacer también luchadores de 20 cm que se vendieron bien durante mucho tiempo.

Durante la pandemia, tuvieron que dejar el mercado donde vendían sus piezas debido a las restricciones por el COVID-19. Sin embargo, encontraron nuevas oportunidades de venta en las redes sociales, especialmente durante el Día de Muertos. 

Su trabajo los ha llevado por toda la República Mexicana, colaborando con grandes maestros y creando obras monumentales. Tanto él como Graciela han desarrollado un ritmo de trabajo en familia, apoyándose mutuamente y actualmente sus hijos también realizan piezas e incluso tienen su propia cartera de clientes, a veces coincidiendo con los mismos que sus padres. 

Graciela y Roberto invierten todo su tiempo posible en la creación de nuevas piezas, en el caso de los alebrijes iluminados requieren aproximadamente un mes de trabajo,  siendo un proceso pesado pero gratificante. Actualmente continúan creando y enseñando, llevando su pasión por la cartonería a nuevas alturas y transmitiéndola a futuras generaciones.

 

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