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Vidrio

Toro. Anónimo, Puebla, Puebla, Vidrio soplado, Particular // Fotografía: Nicola Lorusso/MAP

Liliana Melo de Sada

El vidrio, regalo de la madre naturaleza, que conjuntado al ingenio y la creatividad que Dios dio al ser humano, forma un sinfín de objetos que hacen de nuestra vida cotidiana una experiencia mejor y más placentera.

Es casi imposible imaginar a una persona, una comunidad, un pueblo o una nación, en cualquier tiempo y lugar, que nunca haya utilizado el vidrio, ya sea en su forma natural más pura y antigua, como la obsidiana, ese cristal negro, sustancia dura y semiopaca.

Se trata de un elemento fundamental en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos tan acostumbrados a él que quizá no nos percatemos de lo vital que es para nuestra subsistencia. Acciones tan simples como mirar a través de una ventana, tomar un vaso con agua, vernos al espejo, serían casi imposibles si no fuera por este magnífico material.

Pero ¿qué es el vidrio? En términos simples, desde el punto de vista físico es una sustancia líquida sobrefundida y solidificada. Para obtener este precioso producto se requiere de sílice, o arena sílica, materia prima imprescindible en su elaboración, a la que se agregan carbonato de sodio y carbonato de calcio en diferentes proporciones. Para pasar del estado sólido al estado líquido, esta mezcla debe alcanzar una temperatura de 1 300 a 1 500°C, y luego someterse a un proceso de enfriamiento lento, para adquirir de nuevo su estado sólido y transparente.

La historia del vidrio se remonta a tiempos muy remotos. Aun cuando la mayoría de los investigadores sitúan el origen del vidrio en Mesopotamia por el años 3500 a.C., en fechas recientes se descubrió que donde hoy se asienta Egipto, se conocieron unas cuentas rudimentarias de esteatita (mineral compuesto de filosilicato), pertenecientes a la civilización predinástica Badarian, ubicada cronológicamente entre los años 5000 y 3500 antes de Cristo.

Es casi imposible imaginar a una persona, una comunidad, un pueblo o una nación, en cualquier tiempo y lugar, que nunca haya utilizado el vidrio.

Para trabajar el vidrio, los industriales exigen hornos muy costosos y naves de templado, mientras que para otra labor requieren solamente de una antorcha con flama o un horno sencillo y pequeño. En cuanto a sus técnicas de elaboración, se pueden dividir en dos grandes apartados: en frío y en caliente. La primera comprende principalmente el grabado a la rueda, tallado o biselado; el grabado con arena, y el grabado con ácido. El grabado a la rueda se aplica sobre todo a los objetos que tienen formas redondeadas. Se trata de un medio mecánico en que se hacen girar con rapidez ruedas de piedra de diamante o cobre lubricadas con agua. Con esta técnica se realiza el llamado vidrio de pepita , así como el grabado de iniciales o monogramas en copas, bomboneras o botellas, por ejemplo. Estos resultados también se logran con una muela vertical de fundición sobre la que se deslizan gotas de agua mezcladas con arena muy fina; con este método se tallan facetas o biseles en la forma que se desee, y estos cortes se suavizan luego con un esmeril más fino, para luego sacarles brillo me diante
discos recubiertos de fieltro.

Para grabar con arena primero se cubre la pieza de vidrio con cinta adhesiva, y luego se traza y corta el dibujo deseado, dejando desprotegidas las áreas que serán erosionadas con un chorro de arena lanzado a presión; así, al desgastarse el vidrio, se obtienen efectos de volumen conforme al diseño.

En cuanto a la tercera técnica para grabar el vidrio, se emplea ácido fluorhídrico, que es sumamente tóxico, por lo que se recomienda hacerlo sólo en un ambiente muy ventilado.

Las técnicas de elaboración en caliente se deben a los romanos, pues descubrieron que mientras el vidrio se está enfriando y tiene la propiedad de que se le puede introducir (soplar) aire para formar una burbuja que dará lugar a una vasija. Así fue como empezó el vidrio soplado. Los átomos y las moléculas se mueven con libertad en el vidrio líquido, y al enfriarse, no forman una estructura cristalina, como lo hacen en casi todos los otros materiales, sino que el material permanece flexible y puede ser manipulado, además, una burbuja, o estirándolo para hacer varias formas antes de que enfríe completamente. Ésta es una de las características más maravillosas del vidrio, que constituye un deleite para el artista creativo.

La técnica milenaria de soplado del vidrio no ha sufrido modificaciones desde su descubrimiento. Para trabajarla se requiere básicamente de dos herramientas: una caña de hierro hueco de 1.20 a 1.80 metros y unas pinzas de vidriero. La caña se introduce en el crisol para tomar el vidrio ya en su punto de fusión (a simple vista parece miel); se gira la bola de vidrio con un movimiento continuo sobre una piedra, para darle la forma inicial; se comienza a soplar por el otro extremo de la caña hasta crear la burbuja de la que saldrá la pieza que se desea elaborar; se gira la pieza sobre un banco de madera para, luego, comenzar a darle la forma con ayuda de un mazo grueso de periódico mojado, las pinzas y algún puntal, mientras se sopla y aprieta la pieza hasta alcanzar el resultado esperado. Una vez terminada la obra, se coloca en el horno de recocido para darle la curva de enfriamiento necesaria.

Acciones tan simples como mirar a través de una ventana, tomar un vaso con agua, vernos al espejo, serían casi imposibles si no fuera por este magnífico material.

Otra manera de trabajar en caliente es el soplado en molde. Para elaborarlo se necesita un molde de la forma deseada, donde se introduce una porción de vidrio a punto de fusión, se empieza a soplar para que tome la forma del mismo y después se decora la pieza; se termina en el horno de recocido.

El vaciado es cuando el vidrio a punto de fusión se vierte en un molde de arcilla refractaria, arena o hierro fundido. Como la curva de enfriamiento depende de cada objeto, habrá piezas que tarden hasta dos o tres meses en alcanzar el punto de solidez total.

Si se desea unir dos o más vidrios por medio de temperatura, se utiliza la técnica de fusionado y reposado. Se pueden amalgamar en una sola placa vidrios de diferentes colores, siempre y cuando su coeficiente de expansión térmica sea similar.

Al vidrio finamente molido y aglutinado con un líquido, como aceite o agua, se le llama pasta de vidrio; ésta se acomoda dentro de un molde para luego introducirlo al horno, logrando así su fusión.

Otro método, conocido desde tiempos remotos, es el del vidrio prensado. En la actualidad consiste en un molde que diseña el artista donde se prensa el vidrio con aire comprimido.

Un soplete con oxígeno calienta el vidrio a la temperatura necesaria para estirarlo, fusionarlo, modelarlo y soplarlo.

Por último, otra técnica muy utilizada es la del vidrio reposado, que se logra cuando un vidrio laminado se expone a altas temperaturas y a la fuerza de la gravedad; de esta manera, fundido ya el vidrio, adquiere la forma del molde o modelo que lo sostiene.

La producción artesanal del vidrio en México, expresión auténtica y espontánea de nuestro pueblo, debe continuar encontrando las formas y técnicas propias que la lleven a recuperar el prestigio y el reconocimiento internacionales que tuvo en otros momentos. En nuestro país. principalmente, en las últimas tres décadas hemos sido testigos de importantes avances en el diseño en vidrio y en las técnicas que se requieren para ello. Por lo mismo, podemos decir con mucho orgullo que el trabajo con vidrio es a la vez una bellísima artesanía y una grandiosa obra de arte.