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Plumaria mexicana contemporánea

Paisaje. Gabriel Olay, Tlalpujahua, Michoacán, Plumas y óleo, Col. AAMAP, A.C // Fotografía: Nicola Lorusso/MAP

María Olvido Moreno Guzmán

Si bien la plumaria no es una manifestación exclusivamente mexicana, la manufactura de objetos con plumas de aves en nuestro país ha alcanzado la primacía en el ámbito mundial por su variedad, complejidad, calidad y belleza; por tanto, según el momento histórico, desde la época precortesiana hasta nuestros días, sus artífices han sido importantes protagonistas de la estética y la historia del arte mexicano.

El uso de las plumas tiene de forma intrínseca un rico simbolismo. En Mesoamérica, junto con el cacao, el ámbar, el oro, el jade, la plata, la turquesa y el cristal de roca, las plumas eran símbolo de nobleza, poder, riqueza, fertilidad, abundancia y hermosura; siempre estaban relacionadas con deidades, sacerdotes, doncellas y guerreros. Los frailes evangelizadores, admirados por el dominio de sus originales técnicas, aprovecharon las destrezas de los nativos americanos en la elaboración de piezas nunca antes imaginadas, ahora con temas religiosos.

A partir del siglo XVI, los misioneros enviaban los objetos e imágenes de plumaria mexicana a sus superiores. Asimismo, entraron a Europa y Oriente por diversas rutas de comercio, donde por sus particulares cualidades despiertan curiosidad y muestras de admiración entre los conocedores; por ello, importantes cámaras de maravillas incorporaron a sus colecciones los tesoros de plumas, que por ser bellos, raros y exóticos, ocupan un lugar importante.

Ya en el siglo XVII, la técnica incorpora tirillas de papel y elimina paulatinamente las aplicaciones de oro. Durante la centuria siguiente, se introduce la pintura al óleo, que sustituye a las plumas en rostros, manos y pies. Para mediados del siglo XIX, la copia y manufactura de imágenes “pintadas con plumas” se hace sobre estampas de color y litografías, ampliando más tarde la temática a paisajes, personajes populares y escudos.

Por fortuna, durante el siglo XX se emprende el rescate y se da el resurgimiento de la plumaria, con especial énfasis en la conservación del patrimonio y de las especies de aves. Investigaciones sobre soportes, colorantes, adhesivos y técnicas; estrategias de promoción, y las novedosas propuestas artísticas, impulsan el arte plumaria mexicano hacia el nuevo milenio.

Haciendo un recuento de todas las épocas, la lista de artículos elaborados con plumas es larga, tanto de los de uso cotidiano como de los de culto o lujo destinados a las clases dominantes. Penachos, mantos, abanicos, moscadores, ceñidores, divisas, rodelas, huipiles, trajes para guerreros, estandartes, casullas, capas pluviales, mitras, ínfulas, rosarios, altares, relicarios, sacros, cendales, tapices, rebozos, mosaicos, esculturas y orfebrería conforman el maravilloso inventario de la plumaria mexicana.

El desarrollo de esta manifestación artística ha enfrentado algunos problemas prácticos. El primero proviene de la fragilidad y vulnerabilidad de los materiales orgánicos ante agentes de deterioro. La exposición a la luz, los cambios de temperatura y humedad, así como la presencia de insectos y microorganismos, ocasionan incluso la destrucción total de los objetos elaborados con plumas. El segundo es que no se accede fácilmente a la materia prima de buena calidad, ya que es la pluma de muda, y no la que se arranca del ave viva o muerta, la que se trabaja con más confianza y se conserva mejor. El tercero consiste en los tiempos de manufactura; por ejemplo, si se trabaja con milimétricas plumas de colibrí, hay que considerar las largas horas que lleva colocarlas en una u otra dirección, pues su inadecuado acomodo repercute en los resultados finales de un mosaico. El cuarto y último es que las tendencias y los precios del mercado del arte han desanimado a algunos artífices de la pluma que han cambiado su vocación por otro tipo de actividad mejor remunerada.

Sin embargo la edad de oro de la plumaria terminó probablemente a finales del siglo XVI con la desaparición de los viejos plumajeros. Se sabe que para 1922 la producción plumaria no reflejaba el esplendor de antaño, que desde hacía más de ocho décadas se encontraba en la más lamentable decadencia, o prácticamente desaparecida. A pesar del accidentado desarrollo de este arte, en el primer lustro del siglo XXI se han vuelto a apreciar claras muestras de su resurgimiento.

En México aún hoy se conoce al artífice de la pluma como amanteca –denominativo que proviene del gentilicio del barrio de Amantla, Tenochtitlan–, el heredero de una tradición ancestral. Muchos amantecas elaboran artesanía popular de piezas de ornato y joyería, incorporándoles plata; también realizan abanicos, sombreros y juguetes; sus obras bidimensionales se reducen a pequeñas cartulinas con plumas y acuarela que representan pájaros posados en ramas, gallos de pelea o patos en vuelo, muy del gusto popular y admirados por extranjeros. Para la realización de este arte, las aves proporcionan la materia prima a los amantecas. La infinita variedad de pájaros tropicales producen plumas finas, que son las utilizadas por los amantecas, ya que las teñidas de aves como gallinas y guajolotes no son empleadas en el verdadero arte plumaria.

Los artistas de la pluma que en los primeros años del siglo XXI destacan por sus méritos y, sobre todo, por la alta calidad en sus trabajos, son los siguientes:

El oficial en arte plumaria Luis Guillermo Olay Barrientos, nieto e hijo de amantecas, incursionó primero en el mosaico de popotillo, técnica que domina a la perfección, y después retomó el mosaico de pluma fina. Ha expuesto su trabajo y en su trayectoria ha recibido numerosos reconocimientos.

El escultor y pintor Aurelio Franco Obregón, quien a inicios de la década de 1990 amplió su repertorio de expresión plástica al incursionar en la plumaria. Hoy este artista está empeñado en llevar el mosaico de pluma al campo del arte contemporáneo, con diseños propios y de corte abstracto.

Nacido en Tlaxiaco, Oaxaca, don Eliseo Ramírez Guzmán se inició como amanteca ya en la edad adulta en forma autodidacta, basándose en las escasas publicaciones que describen las técnicas e historia de la plumaria. Su inagotable entusiasmo le ha llevado al campo de la investigación, manufactura y activa promoción de la plumaria mexicana.

Por todo lo anterior, podemos hablar de la plumaria mexicana contemporánea como una tradición ancestral, con alentadores augurios para el nuevo milenio.