Chihuahua

Notables escaparates para la apreciación del arte popular indígena son las fiestas tradicionales: es el caso de la semana santa, celebrada por las diversas étnias; la pascola pima, tepehuana, guarijía y tarahumara; los ritos ceremoniales del jíkuri o peyote (el cactus alucinógeno sagrado), el tónare, etc. Las danzas son omnipresentes en esas festividades, de elevado carácter sincrético; destaca la de Matachines, frecuente en el campo y también en las ciudades. “Orar con el cuerpo puede ser efectivo en la tierra donde las nevadas son tan posibles como la devastadora sequía y una lluvia moderada genera zonas de desastre”, medita don Rafael Ávila Lozoya.

Las mujeres indígenas trabajan la cestería, el barro, hacen collares de cuentas y, por supuesto, su ropa tradicional; los hombres se ocupan de la manufactura de máscaras, laudería, pitos de carrizo, cucharas de palo, flechas, arcos, carcajes y los característicos tambores tarahumaras; en la parte baja de la sierra donde habitan, se elaboran sombreros de palma, aperos de labranza y las bolas de madera para los corredores rarámuris mundialmente famosos.

Con respecto a las artesanías mestizas, en Ojinaga y Manuel Benavides se confeccionan colchas a base de retazos de tela y también se trabaja en lapidaria. Por Ciudad Madera se hacen muñecas de hojas de maíz decoradas con pintura vegetal. En Ciudad Camargo, Delicias, Meoqui, Rosales, Julimes y Saucillo es tradicional la talabartería.

Uno de los exponentes de la cerámica mexicana más reconocidos a nivel internacional es el que se hace en Chihuahua con finos motivos de la ancestral cultura Paquimé. Aunque también se elabora en las cabeceras municipales de Casas Grandes y Nuevo Casas Grandes, es en el pequeño poblado de Mata Ortiz donde trabaja Juan Quezada, Premio Nacional de Ciencias y Artes, “el creador más destacado y solicitado” por sus mezclas de barros escogidos y pigmentos naturales que se conjugan en artísticas piezas.