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El Estofado

Por Gérard Fontaine

No, no voy a hablar de cocina; este engañoso título se refiere en realidad a una técnica de escultura y decoración que estuvo en el corazón de la empresa artística barroca y, en conscuencia, en el caso de México, en el corazón del arte de buena parte del periodo virreinal desde la Conquista de 1519-1521 hasta la independencia del país tres siglos después (1810-1821).

En primer lugar, unas palabras sobre el arte barroco. Desde el renacimiento italiano (siglo XV) hasta el siglo XIX, en todas las disciplinas, el arte europeo osciló entre ds polos, entre dos visiones, entre dos grandes fuentes de inspiración.

La primera corriente, que puede denominarse genéricamente «clasicismo», era intelectual, ética e incluso filosófica; se inspiraba en los grandes ejemplos de la Antigüedad y en sus reflejos italianos y aspiraba a introducir un orden ideal en el mundo, por ejemplo a través del marco artificial creado por la arquitectura y, más ampliamente, el urbanismo. En la escultura y la música, propone un modelo de belleza ideal basado en el equilibrio, la simetría, la economía, la elegancia, en una palabra, la razón. Apareció en Italia en el Renacmineito y conoció en francia, en los albores del siglo XVI una segunda eclosión; en Francia encontró su más noble expresión najo los reinados de Luis XIII y Luis XIV, revivió en 1750 con el nombre de «neoclasicismo» y cobró nueva vida bajo el Director y el Primer Imperio, con nuevos motivos inspirados en Egipto e Italia.

La segunda tendencia, por el contrario, favorecía el placer sensual, el movimiento, la luz, el color, la sorpresa e incluso la fantasía; se ilustró especialmente en el arte de la seducción desarrollado en Italia en el siglo XVII en favor de la contrarreforma católica: el «barroco» (de una palabra portuguesa que significa «irregular»). En Francia, este estilo tuvo un impacto limitado, nada que ver con el extraordinario florecimiento que experimentó en otros lugares de Europa. No obstante, influyó en el primer clasicismo francés, inspiró las libertades del estilo Regencia y, bajo el reinado de Luis XV, las fantasías del periodo Rococó. Con sus impulsos y sus furias, el Romanticismo fue sin duda un avatar de este estilo, pero no fue  hasta el Art Nouveau, a finales del siglo xIX, cuando se derescubrió una libertad y una sensualidad que las limitaciones de estilo y el rigor de los distintos estilos clasicistas habían drenado más o menos, según las épicas, en favor de una concepción mucho más intelectual del arte.

En resumen, tanto en arquitectura como en pintura o escultura, el movimiento barroco inspiró formas y colores libres, cuando no naturales, abudantes, imaginativos, nerviosos y seductores; en una palabra, fue un arte festivo.

La técnica del estofado (a veces llamada erróneamente esgrafiado) tenía por objeto dar la ilusión de brocado, un suntuoso tejido de seda adornado con diseños bordados en oro y plata; tomó su nombre de la palabra francesa étoffe («tela»). Utilizado para retablos o grupos escultóricos de madera, este tipo de trampantojo consistía en cubrirlos con dorado, luego con una capa de piuntura, y raspar la pintura para que el dorado reapareciera en un patrón específico.

Llegó a México procedente de España en el siglo XVI, en las carabelas de los conquistadores, y floreció en Nueva España, durante todo el periodo barroco de los siglos XVII y XVIII. El objetivo de esta moda artística era, en esencia, hacer de lo sagrado lo más real, seductor y accesible posible. Respondía perfectamente a los objetivos del arte barroco frente al protestantismo y, más aún, a las necesidades de los misioneros que trabajaban en el Nuevo Mundo: seducir y convenver.

1 - <em>San Antonio de Padua</em>, escultura anónima en madera tallada, dorada y pintada (estofado). México, siglo XVI. Museo del Virreinato, Tepozotlán. Foto del autor - 2 - Idem, detalle. Uno de los primeros ejemplos conocidos de la técnica del estofado en México.

1 – San Antonio de Padua, escultura anónima en madera tallada, dorada y pintada (estofado). México, siglo XVI. Museo del Virreinato, Tepozotlán. Foto del autor – 2 – Idem, detalle. Uno de los primeros ejemplos conocidos de la técnica del estofado en México.

Este tipo de trabajo lo realizaba un equipo: un primer maestro (el maestro entallador) desbastaría la pieza de madera; luego vendría el propio escultor, que prestaba especial atención al acabado de la cara y las manos. Por lo general, se encargaba de supervisar todo el proceso de creación de la obra. Despues venía el estofado propiamente dicho. En primer lugar, se aplicaba a la madera tallada en bruto de las estatua una tela de lino con giscola (cola animal y aceite de ajo).  A continuación, las partes cubiertas con el paño se recubrían con una placa formada por capas sucesivas de tiza blanca o yeso, que se pulían y se cubría con un cuenco de arcilla roja. Posteriormente venía el dorador que, al igual que los pintores, pertenecía a un gremio diferente; procedía según la técnica del dorado a la hoja: aplicaba finas hojas de oro fino (o hojas de plata, total o parcialmente, sobre todo en Guatemala) sobre el cuenco húmedo y o bruñía con una piedra pulida. A continuación, un pintor pintaba el conjunto con temple al huevo; por último, el maestro estofador grababa con un estilete y/o raspaba parte de la pintura para revelar lo que parecían ser hilos de oto y crear motivos decorativos. En algunos lugares, el pintor utilizaba punzones para lograr na mayor variedad en los ornamentos. Al final, parecía como si la propia maera estuviera bordada en oro.

Por último, el encarnador, un pintor especializado en la carne, trabajaba el rostro y las manos. La encarnación era una téncica que consistía en añadir sutilmente color para reproducir los tonos de la carne, lo que podía hacerse utilizando una de las dos téncicas siguientes: polimento (brillante) o mate (mate). Para acentuar aún más al impresión de realismo, a algunas obras se les podían añadir ojos de cristal, dientes de marfil, uñas de cuerno o pestañas de pelo.

Museo del Virreinato de Tepoztlán, iglesia de San Francisco Javier (hacia 1758).

Museo del Virreinato de Tepoztlán, iglesia de San Francisco Javier (hacia 1758).

Estatua barrica que adorna la Capilla de Novicios (o Capilla Doméstica) del antiguo convento jesuita de Tepozotlán. México, primera mitad de siglo XVII. Foto del autor.

Estatua barrica que adorna la Capilla de Novicios (o Capilla Doméstica) del antiguo convento jesuita de Tepozotlán. México, primera mitad de siglo XVII. Foto del autor.

En total, se necesitaban entre seis y ocho artesanos y artistas de distintos gremios para producir una obra muy colectiva, característica del antiguo concepto de obra de arte. Es fácil comprender por qué la inmensa mayoría de estas obras permanecieron en el anonimato, aunque no fueras realizadas, en todo o en parte, por nativos, que no podían firmar nada.

Detalle de la estatua anterior

Detalle de la estatua anterior

Esta forma de arte desapareció -al igual que el arte barroco- a finales del siglo XVIII, con el auge del arte neoclásico, importado de España e impuesto por la moda. En México, la fecha clave de esta revolución estética fue 1781, cuando la Real Academia de San Carlos, llamada así en honor a su fundador, el rey español Carlos III, recibió la responsabilidad de formar artistas y comenzó a ofrecer cursos de arquitectura, pintura, escultura y grabao, impartidos por maestros venidos de Europa partidarios del neoclacisismo, como el arquitecto y escultor Manuel Tolsá (1757-1816). Esta medida provocó la despaarición de los gremios e interrumpió la transmisión de las técnicas tradicionales.

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