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Joyería

Artesana de Soteapan, Veracruz, con joyería. (Foto: TiendaMAP).

Luis Alonso Espejel y Guillermo Helbling

La habilidad de los artesanos joyeros prehispánicos era muy grande. Conseguían láminas muy delgadas de metal, del grosor de un papel, mediante el martillado. Con ayuda de punzones, los orfebres repujaban o embutían la figura que, una vez bruñida, era aplicada sobre madera o cuero, sobre todo en escudos. En la técnica de la cera perdida, que demandaba un alto grado de avance en la metalurgia, superaron a los artífices europeos y árabes, pues conseguían metales casados por fundición. Desde el principio de la Colonia la platería adquirió el auge que le daría fama mundial a México.

Los artífices indígenas produjeron en la época colonial las piezas de platería más increíbles, aun cuando los maestros europeos les impusieron diseños nuevos: imágenes religiosas en medallas, la cruz como centro de collares o colgada en cadenas, la media luna como decoración proveniente de la cultura arábiga, flores de filigrana; los indígenas usaron también monedas en sus collares.

Del Oriente se trajeron, por medio de la nao de China, perlas blancas, redondas (las de la Nueva España eran barrocas, de color gris, negro y verde, procedentes del Mar de Cortés). El uso del carey llegó de Manila o China. Cuentas de vidrio llegaron de Alemania, Italia, Francia y Checoslovaquia; coral rojo, de Italia; rosa, de Filipinas; blanco, del Índico, y color lacre, del mar de China. El vidrio se enseñoreó en el gusto de los pueblos indígenas, que lo combinaron con metales. El rojo se adueñó de la preferencia del pueblo y no lo desplazó la recargada joyería de las clases adineradas ni las modas de Francia que se importaron en la época posterior a la Independencia, ni la exagerada inclinación por lo mexicano en el periodo posrevolucionario, que es lo que la nueva aristocracia económica definió como gusto charro.

LA JOYERÍA EN LOS ESTADOS DE LA REPÚBLICA
Baja California: con chaquiras de concha y caracolitos, los cucapás formaban un tejido parecido a una red, un cuello grande como una capita que, junto con una falda de flecos de corteza de árbol, componían la vestimenta de las mujeres de este grupo étnico.

Campeche: aretes y anillos con incrustaciones de oro y plata. Son muy reconocidos los aretes, prendedores y peinetas de placas de carey finamente calado. Como re – presentantes de los gustos de origen maya, los campechanos usan cadenas largas de oro bajo.

Chiapas: destaca la producción y uso de joyería de ámbar de Simojovel. En Tuxtla Gutiérrez, San Cristóbal de las Casas y Ocosocuautla trabajan la filigrana de oro con ámbar, piedras y vidrios.

Coahuila: en Saltillo cortan pequeñas geodas de grosulocita para hacer dijes y anillos.

Guanajuato: su joyería se caracteriza por ser de plata fundida y sumamente decorada con pájaros, vidrios y perlas, engarzadas con la técnica de cartoneado.

Guerrero: hay centros de joyería de plata en Iguala y Taxco. En Ometepec usan la cruz grande y la cruz chica, así como collares de oro de varios colores.

Jalisco: posee muchos estilos y buenos artesanos joyeros, destacándose los aretes de filigrana con laminillas que cuelgan de los bordes.

México: las mazahuas se adornan con arracadas semejantes a las de Michoacán, pero en vez de flores, o junto con ellas, enriquecen la decoración con palomitas. Los otomíes llevan arracadas más sencillas: de hojalata y vidrio, o de plata.

Michoacán: destacan las arracadas mazahuas con diseños cuya base es una media luna con incrustaciones de vidrio. Son tradicionales los collares hechos de muchas vueltas de cuentas rojas transparentes. Los purépechas usan collares de vidrio de distintos colores; destacan por su diseño sobrio y elegante las arracadas de plata que llaman planas y candados; suelen llevar pulseras sencillas de cobre martillado. También la joyería de Pátzcuaro es muy original, pues utilizan semillas de colorín y pe – c es de plata. En el área de la costa, en Tierra Caliente, fabrican arracadas de oro que llaman “siete lunas”. En Huetamo y en Zitácuaro hacen unas arracadas de plata con aplicaciones de figurillas de hojas, flores y pájaros en cartoneado. Perdura el uso del tumbagón o tumbaga que está hecho con dos anillos, uno incrustado en el otro (oro y cobre, o cobre y plata).

Nayarit: la joyería huichola es muy moderna, tanto en este estado como en Jalisco. Las mujeres usan mazos de chaquira como los que antes portaban los hombres. Este antecedente se halla en collares ar queo – lógicos de chaquiras de concha.

Oaxaca: es el estado más rico en cuanto a variedad de diseños, líneas de cuentas de porcelana checoslovaca roja o blanca, con monedas de plata o medallas (Betanza y San Pedro Atoyac), así como con cuentas y vidrio italiano (San Pedro Quiatoni). En Huazolotitlán usan collares de cuentas rojas o coral con cruces y animalitos de plata (San Pedro Jicayan, Santa Catarina y Pinotepa de Don Luis, Mixteca de la costa, etcétera); collares con cuentas rojas y motas de lana de las que penden monedas y cruces de plata (San Juan Colorado); collares de plata y cruces, o colla res de coral o vidrio rojo con dijes y cruces, ambos de Yalalag. Cadenas de argollas planas y monedas de oro de Tehuantepec; collares de cuentas de filigrana que cubren cuentas de coral en la ciudad de Oaxaca. En Choapan usan collares de cuentas de coral y azabache (o de vidrio negro) entremezcladas con cuentas de oro; en Jamiltepec suelen usar uno o varios medallones de oro o plata muy decorados, amarrados sólo con un listón. En la ciudad de Oaxaca también se hacen, desde la época colonial, collares con mostacilla y perlas.

Puebla: el papelillo, soguilla o soplillo, cuentas de vidrio espejado (azogado) de varias vueltas, es común a todos los estados. Suelen ponerse arracadas de oro y colla res con cuentas de vidrio redondas y tafetadas. Joyería sencilla de Amozoc y collares de cuentas de ónix.

Quintana Roo: el uso de arracadas de oro fue muy popular hasta bien entrado el siglo XX, pues las portaban incluso los hombres importantes de las comunidades indígenas mayas; la fabricación de pulseras de rodajas de caracol de color rosa es muy reciente, pero ha tenido gran aceptación. El coral negro que se utilizaba en todo tipo de joyería ahora está prohibido por razones ecológicas.

Tabasco: collares de vidrio con uno o más milagritos en el centro.

Tamaulipas: tanto en Ciudad Mante como en Tampico se hace joyería con base en caracoles y concha nácar, de este último material destacan los aretes en forma circular o de peces.

Veracruz: eran comunes los aretes de carey colado y las peinetas del mismo material, y también las arracadas de oro de tres columpios. En Papantla se hace un collar muy vistoso de oro bajo y cuentas de vidrio; en el centro, de filigrana con florecitas y vidrios engarzados y una cruz llena de ingenuidad, así como arracadas de oro bajo; asimismo, cadenas de oro con grandes corazones del mismo material.

Yucatán: collares y rosarios con bolas y cruces de filigrana de oro o dorada, combinada con tubos cortos y gruesos de coral rojo o rosa, así como joyería de carey con incrustaciones de oro y plata (tanto el coral como el carey están vedados). Se usan también collares de cuentas de oro ochavadas que llaman soplillos, y cuentas de semilla de cocoyol de gran dureza y durabilidad. Las veneras son cadenas gruesas de oro con centros de medallas.