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Miniaturas: Una obsesión para coleccionistas

Orquesta de calaveras. Miniatura de barro modelado. Artesano Juan Hernández Arzaluz. Metepec, EdoMex. Col. Part. (Foto: Nicola Lorusso).

Imelda de León

Deidades, flores, animales y las más variadas representaciones del quehacer humano han sido reproducidas en todas las civilizaciones: China, India, Persia y Egipto entre las más antiguas, nos han legado infinidad de ejemplos. En México algunos descubrimientos arqueológicos han sacado a la luz objetos miniatura en ofrendas funerarias de diversas culturas.

Entre los cronistas del siglo XVI, fray Bernardino de Sahagún dejó constancia de que a los niños recién nacidos se les daban miniaturas de objetos utilizados en los oficios que les corresponderían de acuerdo con su sexo: a los hombres, aperos de labranza y otros relacionados con acciones guerreras, como escudos, lanzas, arcos, mientras que a las niñas se les obsequiaban utensilios propios de labores textiles, como telares, malacates y husos. Una reminiscencia de esta costumbre se conserva entre algunos grupos étnicos de Yucatán y Veracruz.

En la época colonial llegaron nuevas técnicas y materiales que, al ser adoptadas y dominadas por artesanos mexicanos, enriquecieron la producción de miniaturas de ya larga tradición.

Factor importante para incrementarlas, fueron los intercambios comerciales de la época, ya que la clase alta de Nueva España demandaba miniaturas que llegaban a México procedentes tanto del Oriente como de algunos países europeos. Algunas de estas piezas se encuentran en museos y colecciones privadas.

Dentro de la producción actual de artesanías mexicanas, las miniaturas ocupan un lugar importante, pues además de que tenemos ejemplos en casi todas las ramas artesanales que tradicionalmente se trabajan en México, en su elaboración nuestros artesanos hacen alarde de una sorprendente creatividad y minuciosidad.

Cabe señalar que respecto de las miniaturas, los especialistas no se ponen de acuerdo en cuanto a su clasificación. Aunque la mayoría coincide en considerarlas como una rama dentro de la producción artesanal, algunos la conceptúan como subrama, ya que en su elaboración se utilizan los materiales que intervienen en la creación artesanal tradicional. En lo que sí pienso estamos de acuerdo todos es en que la elaboración de miniaturas es una verdadera especialidad.

También es cierto que al referirse a las miniaturas uno no puede dejar de mencionar los juguetes, porque la producción de ambos está muy relacionada, ya que algunos juguetes son tan pequeños que pueden catalogarse como miniaturas, mientras que algunas de ellas, no son siempre para jugar. A este respecto, algunos investigadores afirman que la diferencia está en la minuciosidad del acabado.

Los artesanos nos muestran su habilidad y destreza manual para producir objetos miniatura. Muchos son los casos en que este trabajo se sigue haciendo por tradición familiar, por observación y aprendizaje del oficio artesanal.

La familia Vázquez Sánchez, por ejemplo, se ha dedicado a la elaboración de juguetes y figuras de plomo, a partir de sus propios diseños y moldes, ya sea de piedra, aluminio o fierro colado.

Don Félix Vázquez Pacheco, nacido en Tlaxiaco, Oaxaca, empezó a hacer figuras de plomo y milagritos cuando era muy joven; su tesoro más valioso eran sus moldes, algunos de ellos muy antiguos, traídos de su tierra natal. Ya instalada la familia en la Ciudad de México, en los años setenta, eran más de 200 las figuras que realizaba usando como materia prima el plomo mezclado con metal babit; entre las piezas con mayor demanda destacaban: soldados a pie, marineros, bandas de música, enfermeros, indios apaches con arco y penacho, soldados con armadura, trincheras, ametralladoras, granadas, callones, jugadores de polo y juegos de carreras de caballos. También hacía escudos con los colores de la bandera y efigies de héroes de la Independencia, como el cura don Miguel Hidalgo portando el estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Una serie especial es la de los muebles eu miniatura: máquinas de coser, jaulas de pájaros, planchitas, burros para planchar, fonógrafos, teléfonos, sillitas, juegos de comedor y de sala. A lo anterior se agrega la serie de animales, entre los que pueden mencionarse elefantes, conejos, venados, impalas, leones, tigres, caballos, burros y búfalos, y como complemento, diferentes tipos de árboles.

A la muerte de don Félix, impulsor de esta artesanía familiar, su hijo Alberto ha destacado por sus magníficos y detallados trabajos de plomo, lo que le ha valido el re – conocimiento nacional: los premios en el Concurso Nacional de Nacimientos y en el Concurso Nacional del Juguete en los años de 1991-1992. El toque final de estas piezas lo constituye la pintura y decoración, labor en la que se cuidan los más mínimos detalles.

Otro artesano destacado por su trabajo de plomo en miniatura es Teodoro Torres Orea, quien también heredó los conocimientos y oficio de su padre para hacer carrozas y muertecitas. Hombre inquieto y creativo, don Teodoro ama su trabajo, pues al elaborar piezas especiales –las cuales por cierto están en algunos museos y colecciones privadas– se documenta e informa concienzudamente. Sus creaciones de indígenas ataviadas con vestidos tradicionales son un claro ejemplo de esta inquietud y amor por lo nuestro. Vale la pena señalar que el maestro Torres inició la manufactura de algunas piezas para conformar una colección de las danzas tradicionales de México, pero debido a su alto costo no se ven mucho en establecimientos especializados.

Los nacimientos, soldaditos y otros juguetes de don Teodoro son inconfundibles por la minuciosidad con que están realizados y por el fino decorado de su esposa doña Susana, con quien comparte el trabajo.

En el Distrito Federal son varias las casas comerciales especializadas en vender miniaturas hechas de todos los materiales imaginables, procedentes de diversos estados de la República. Destacan las de Puebla y Guanajuato, aunque no se quedan atrás las de Oaxaca y Jalisco.

Llaman la atención los soldaditos de plomo que forman ejércitos perfectamente uniformados, de acuerdo con la batalla de que se trate: los ejércitos de los aliados que participaron en la Primera Guerra Mundial y de algunas batallas famosas, como la de Waterloo, constituyen objetos muy estimados entre los coleccionistas, quienes, sin importar el precio, tratan a toda costa de conseguirlos.

En los mercados y ferias se encuentran juguetitos de plomo con mucho carácter popular, como son los muebles y enseres del hogar en miniatura. La mayoría de ellos se elaboran en Celaya, Guanajuato y Puebla, aunque también, en menor escala, en Aguas – calientes, Colima y el Distrito Federal. Juguetes populares de este tipo que conservan muy buena calidad son los que se hacen en San Luis Potosí, y también pueden conseguirse en los mercados tradicionales.

Los milagritos de plomo, que hace varios años los fieles, en agradecimiento a los favores recibidos (como el alivio de un brazo, pierna u ojos), prendían con un alfiler y listón en los santos, han ido desapareciendo de los mercados populares (sobre todo de aquellos que se instalan cerca de algún templo donde se veneran imágenes de gran arraigo, como el Santuario de Chalma o el de Los Remedios), y en su lugar encontramos figuras recortadas de hojalata, cobre, e incluso moldeadas en cera.

Como sucede en otras ramas del quehacer artesanal, la producción de juguetes y miniaturas de plomo ha decaído un poco en cuanto a calidad (en algunas piezas se observa menos cuidado en acabados y decoración), debido a que hoy es otra su función y su costo. La invasión de juguetes de plástico y otros materiales sin duda ha contribuido que la demanda de los juguetes de plomo baje considerablemente, viéndose obligados los artesanos a buscar otras alter – nativas para subsistir.

En este caso, y en el de las miniaturas en general, es importante el papel de los coleccionistas, ya que aparte de conservarlos en óptimas condiciones, contribuyen con su demanda para que algunos artesanos, aunque en menor escala, los sigan haciendo.

Además del plomo se utiliza madera, barro, cartón, hojalata, cobre y alambre para reproducir objetos propios del hogar, como es el caso de las alacenas de tejamanil llenas de trastes, y los menajes de casa, braseros y estufas.

La manufactura de cazos, sartenes, ollas, platos y otras miniaturas sirven para que los niños de Santa Clara del Cobre, Michoacán, aprendan el oficio de sus mayores, a la vez que ayudan en la economía familiar. Por cierto, cada día es mayor el número de mujeres que participan en esta labor durante mucho tiempo exclusiva de los hombres.

Son varias las miniaturas que se elaboran para celebrar algunas fiestas populares. En los Días de Muertos, por ejemplo, los mercados se ven invadidos por muertecitas que son usadas para regalar o como adorno de las ofrendas, y en Corpus Christi abundan las mulitas de hojas de maíz con huacales cargados de juguetes. El 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, se acostumbra bromear con amigos y familiares, a quienes se les pide algo prestado y se les devuelve en miniatura el o los objetos o dinero facilitados por las víctimas.

En Santiago Matatlán, Oaxaca, a la luz de fogatas, la noche del 31 de diciembre se hacen ofrendas y peticiones en la Cruz del Pedimento. En el piso, los indígenas colocan figuras de borregos, vacas, aves domésticas, matas de frijol, calabaza, maíz, etcétera, realizadas en barro, cera y madera, para demandar a las deidades abundancia y prosperidad en sus familias. Lamentablemente, son pocos los artesanos que se dedican hoy a elaborar juguetes de plomo, debido a los cambios en las preferencias infantiles que ahora demandan otro tipo de juguetes, entre los que sobresalen los electrónicos. Esperamos que no obstante lo anterior, esta tradición, así como otras, logre permanecer entre nosotros por mucho tiempos.