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Textos fundamentales

Cuando alguien le da de palos o machetazos a un nahual y lo hiere en su estado animal, éste al amanecer, cuando vuelve a su condición humana, presenta las heridas que se le causan durante su otra encarnación.

En México, por lo que concierne a la arquitectura –que también es un arte–, cabe destacar que a partir del siglo XVI heredó de dos mundos diferentes: el indígena y el español, con todo lo que ello implica.

Habida cuenta de que el arte popular tiene fronteras más bien regionales que vinculadas a la división política de México, por razones de método y para orientación de los lectores se presenta este capítulo por entidad, elaborado a partir de colaboraciones de especialistas estatales debidamente acreditados al final de este apartado.

Remembranzas de la época prehispánica son diversas artesanías, como la cestería de mimbre o yute, los muebles hechos a base de tule y algunos alimentos como el queso de tuna, el colonche (bebida ritual de la misma fruta), el pan de mezquite y otros hechos.

La alejada geografía de Sudcalifornia, su singular naturaleza, la ausencia de población indígena desde el siglo XIX y sus relativamente pocos habitantes, hacen de ese estado un rincón diferente del país “que ha generado patrones culturales y manifestaciones artísticas muy diferentes al contexto nacional”.

Los actuales pueblos indígenas de Baja California son todos descendientes del tronco cultural yumano, localizado en el noroeste de México y suroeste de Estados Unidos. Los hombres hacían objetos de uso cotidiano y guerrero e implementos para la caza y la pesca; por su parte, las mujeres elaboraban alfarería, cestería, adornos personales para ellas y los varones, e indumentaria.

La variedad de la artesanía campechana es consecuencia de sus diferentes entornos y materiales respectivos: los litorales con moluscos cuyas conchas se convierten en prendedores, pulseras o broches.

El mosaico cultural chiapaneco se nutre de sus tres orígenes principales: indígena, español y nuestra tercera raíz, la sangre negra. A su vez, los numerosos grupos étnicos provienen de dos troncos diferentes: el maya y el olmeca. Al primero corresponden los tzotziles, tzeltales, tojolabales, lacandones, choles, mochos, mames, chujes y jacaltecos; al segundo, los zoques. El mestizaje se enriqueció con migraciones de alemanes, franceses, chinos y japoneses.

Las mujeres indígenas trabajan la cestería, el barro, hacen collares de cuentas y, por supuesto, su ropa tradicional; los hombres se ocupan de la manufactura de máscaras, laudería, pitos de carrizo, cucharas de palo, flechas, arcos, carcajes y los característicos tambores tarahumaras; en la parte baja de la sierra donde habitan, se elaboran sombreros de palma, aperos de labranza y las bolas de madera para los corredores rarámuris mundialmente famosos.

Sin duda que los sarapes de Saltillo, de algodón o de lana, son el distintivo más característico del estado. Fueron los tlaxcaltecas quienes trajeron la técnica del sarape a Coahuila, “amalgama de las tradiciones mesoamericana y española”, así como varias danzas. “Son tres las partes de decoración del sarape: la bocamanga, el campo o fondo y el marco o borde; actualmente sólo unos pocos talleres siguen confeccionando esta prenda”, asienta el sociólogo Francisco Cázares Ugarte.

Las artesanías colimotas más conocidas fuera del estado son las reproducciones de perritos de alfarería prehispánica y los muebles de parota con pinturas de colores y herrería creados por Alejandro Rangel Hidalgo. Jarciería, alfarería, herrería, hojalatería, talabartería, ebanistería, joyería, textiles y otras expresiones de la estética popular son mucho menos conocidas.