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Textos fundamentales

Desde que tengo memoria, he visto cómo han tratado de echar a andar programas para incrementar la producción del barro negro, pero con una tendencia a la industrialización del producto. Aquí, en realidad compiten la creatividad con la cantidad, o sea que la gente prefiere la calidad a la cantidad, y eso no lo entienden los “técnicos”.

Nuestro generoso territorio, pródigo en recursos naturales dada la variedad de ecosistemas que lo conforman, resulta un venero inigualable donde todavía crecen a placer flexibles bejucos, suntuosas palmas, el emblemático agave, guano, tules y zacates, esbeltos juncos, mimbre y todo aquello susceptible de ser trenzado, anudado, urdido, tejido, que el artesano con sus manos inteligentes y sensibles crea para su cobijo y subsistencia, así como para nuestro disfrute.

Las selvas altas y medianas, o zona tropical cálido húmeda, proveen el ramón, el aquiche y el pich para fabricar muebles e instrumentos de cuerda en Yucatán y Quintana Roo. El chicozapote se usa también con es – tos fines en Veracruz y San Luis Potosí. Otras maderas empleadas por los habitantes de estas regiones selvá – ticas son la caoba, el xkascaty, el pochote y el guayacán, con los que hacen muebles y juguetes.

La receptividad de México a las técnicas y vistosos diseños mudéjares es in negable. Los dibujos de arabes – cos, geo métricos y vegetales, rápidamente se incorpora – ron al repertorio del que se nutren nuestros artesanos hasta la fecha. El taraceador incrusta o aplica sobre muebles, cajas, arquillas o instrumentos de madera, laminillas de maderas preciosas o piezas diminutas de hueso, marfil, carey, plata o nácar, para formar sus diseños.

El maque es una pasta hecha con una base de aceite mezclado con axe, que al secarse se endurece y ofrece una superficie lustrosa de gran resistencia pues soporta la incisión con un punzón de acero. Este tipo de pastas han sido empleadas para impermeabilizar y decorar diferentes objetos de madera o cáscaras duras de fruta que han hecho las veces de recipiente. Este tipo de decoración tiene diferentes manifestaciones en el mundo.

El hierro fue un elemento decisivo para la consecución de la Conquista española. Antes de la caída de Tenochtitlan, los conquistadores y sus aliados indígenas iniciaron trabajos de forja para elaborar clavos, cadenas y anclas, necesarios para los navíos que construyeron en el lago de Texcoco y que les ayudaron a rendir a la capital del Imperio azteca. Posteriormente el hierro sirvió para grabar la infame marca de la esclavitud en los pueblos sojuzgados.

En México, el esplendor de la plata se inicia en tiempos de la Colonia. Antes, aunque abundaba en la región , se utilizaba menos, pues las culturas de Meso amé – rica daban más importancia a la piedra, a las esculturas y a las obras arquitectónicas monumentales, a diferencia de algunos pueblos de Sudamérica.

Los herreros y cerrajeros españoles formaban par te de una impresionante tradición, casi tan antigua como la historia de la humanidad. Castellanos, extremeños y andaluces, herederos de una tradición metalúrgica extraordinaria, inician en esta parte del mundo la explotación y el empleo del fierro como recurso útil y bello.

Se trata de un elemento fundamental en nuestra vida diaria. Sin embargo, estamos tan acostumbrados a él que quizá no nos percatemos de lo vital que es para nuestra subsistencia. Acciones tan simples como mirar a través de una ventana, tomar un vaso con agua, vernos al espejo, serían casi imposibles si no fuera por este magnífico material.

Luego, el arte de labrar la piedra se convirtió en una de las manifestaciones más importantes de las civilizaciones desarrolladas y establecidas en Meso amé rica. Sirvió para dar resistencia, a la par que belleza, a las antiguas construcciones prehispánicas: sus centros ceremoniales, sus altares tallados, así como a la escultura colosal y de pequeñas proporciones. Desde entonces ha sido, por añadidura, material con que se elaboran dos enseres domésticos esenciales e históricos en la cocina mexicana: el metate y el molcajete.

La tradición de emplear estos materiales procede del periodo prehispánico: las conchas, por ejemplo, se usaron como monedas, para decorar edificios y elaborar pectorales y joyas que indicaban el estatus social de su portador.

En el continente americano, el uso del esqueleto como representación del estado que denominamos muerte es mucho más ancestral que el europeo y coincide con el auge de la imaginería de Oriente. Esta costumbre se remonta al Preclásico, periodo comprendido entre los años 2500 y 300 a.C. Es en esta época cuando se instauran los ritos sacrificiales con humanos y se desarrolla la concepción filosófico-religiosa que considera estas ceremonias como ritos de paso para la continuación del ciclo del devenir universal.