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Michoacán

Familia Zesati en trajes típicos de Michoacán. Desfile "Tres Generaciones" en el MAP.

José N. Iturriaga

Buena parte del arte popular michoacano se debe a los grupos indígenas purépecha o tarasco, náhuatl y mazahua-otomí. Sus tradiciones artesanales prehispánicas fueron respetadas y enriquecidas, particularmente con la visión utópica y enseñanzas del obispo Vasco de Quiroga a los tarascos.

El trabajo en barro de esta entidad tiene un gran prestigio. La alfarería bruñida, es decir pulida y brillante, se elabora por los nahuas de la costa y en pueblos purépechas como Ichán, Zipiajo, Tzintzuntzan, Patamban, Zinapécuaro, Huáncito y Cocucho.

La alfarería vidriada se trabaja en Tacuaro, Sta. Ma. de los Ángeles, Acuitzio del Canje, San Felipe de los Alzati, Villa Morelos, Colonia Lázaro Cárdenas, Tzintzuntzan, Santa Fe de la Laguna, Capula, Huáncito, Ichan, Patámban, San José de Gracia y Zinapécuaro.

La alfarería policromada más connotada es la de San Pedro Ocumicho, con temas de diablos y sexuales, entre otros.

La alfarería alisada es la más sencilla y la hacen en San Matías y San Bartolo Cuitareo. En varios lugares se fabrica cerámica de alta temperatura.

En materia textil, se usan tanto el telar de cintura de raíz prehispánica como el telar de pedal de filiación europea. Los principales materiales son algodón, lana y articela. Hay hermosos bordados, brocados y deshilados; se confeccionan rebozos, mantelería y numerosas prendas de vestir.

Las casas o trojes típicas de Michoacán, construidas de madera, son parte relevante del trabajo con esa materia prima; hay también importante producción de máscaras en Uruapan, Quinceo, Tócuaro, Acachuen, Sevina, Charapan, Zacán, Ahuiran, Cherán, Turícuaro, San Juan Nuevo, Huetamo, Santa Cruz Tanaco, San Lucas y Ocumicho. Las bateas se hacen en Zirahuén y muchas localidades más. Otras artesanías de madera son figuras, cucharas, muebles, juguetes y la famosa laudería de Paracho.

La codiciada laca o maque se sigue haciendo de manera tradicional en Uruapan, Pátzcuaro y Quiroga.

En Santa Clara del Cobre, familias enteras, y desde hace muchas generaciones, se dedican a producir el cobre martillado: cazos, sartenes, ollas, fruteros, platos, charolas, jarras, joyería y miniaturas son verdaderas obras de arte, algunas galardonadas a nivel internacional.

Michoacán quiere decir tierra de pescadores, vocación derivada de su condición lacustre; por tanto, abundan el tule o chuspata y el carrizo, y se manufactura cantidad de objetos con ellos y con popote de trigo, vara de sauce, hoja de maíz, ocoxal, palma y otras fibras.

La pasta de caña de maíz, de raíces prehispánicas, se ha rescatado recientemente y se practica en Pátzcuaro, Tzintzuntzan, Tupataro y Patamban. Del mismo origen es el arte plumaria y hoy continúa en Morelia y Tlalpujahua.

El riquísimo arte popular michoacano, concluye el arquitecto René Carrillo, se extiende sin fin al papel picado, la talabartería, las artesanías de semillas y popotería, cerería, miniaturas y, entre muchas más, el vidrio soplado que se trabaja en Tlalpujahua, donde hacen esferas navideñas para el consumo de todo el país.