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El maíz y el futuro

José N. Iturriaga

El mexicanísimo maíz aún nos depara un nuevo mundo de sorpresas. Las más avanzadas biotecnologías le están reservando a este grano un porvenir insospechado, que empatará con la importancia del simbolismo cultural y el sustento cotidiano que ya tiene en nuestro país. Las expectativas industriales surgidas a partir de las investigaciones científicas que colocan al maíz como la planta del futuro, señalan una utilización no alimenticia de la mayor trascendencia económica.

En efecto. El maíz es una de las plantas más complejas de la naturaleza. Su composición de cromosomas y genes constituye un genoma casi tan grande como el de los seres humanos. (El genoma del maíz tiene 2’500,000 pares o escalones en la doble hélice del DNA; el genoma del humano tiene 3’200,000 pares).

Además, el maíz tiene un diseño natural de autoprotección (por medio de duplicados en sus esquemas cromosómicos) que garantiza la permanencia de su información genética. Estas singularidades de gran significación hacen del maíz una planta óptima para la investigación en biotecnología y para su aplicación práctica.

Se han encontrado más de 600 usos no alimenticios del maíz y entre ellos destaca con enormes posibilidades futuras la sustitución de productos de origen petroquímico (como plásticos, fibras textiles y sobre todo combustibles) con este cereal, lo que planteará suplir la explotación de un recurso no renovable por otro que sí lo es.

Al maíz, eje de la cultura secular de México y de la alimentación de su pueblo a lo largo de toda la historia, corresponderá en una inminente nueva era tecnológica un papel protagonista de alcances globales.